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Poema al miedo (y posiblemente cómo superarlo).

El miedo te mira a los ojos.

 

Sí.

 

Te mira y tiemblas.

 

Te paraliza.

 

El pie derecho que venía con paso firme se suspende en el aire.

 

Se queda quieto.

 

Compró la idea de que pisará arenas resbaladizas.

 

La respiración se acorta.

 

El pecho va con medio tanque vacío.

 

Y así como el pecho, el vaso medio vacío también.

 

El miedo tiene la misma mirada del regaño de papá.

 

Las risas en la escuela.

 

Los dedos que te apuntan.

 

La maestra que te grita porque así como el pecho y así como el vaso, también se puede tener el corazón medio vacío.

 

La tía que se repite al despertar que no y que no y que no, para luego decirle a los demás.

 

Así mira el miedo.

 

A través del recuerdo y escrutinio del valor.

 

Tuyo y de tus ideas.

 

Tú y tus acciones.

 

Así opera el miedo:

 

Te toma de los hombros y te dice ven, mírame y no me olvides:

 

«No puedes».

 

Hasta que el pie pisa.

 

Y no hay arenas, sino tierra suave y firme.

 

El pecho se llena.

 

Y así como el pecho, se llena el vaso.

 

Y así como el vaso, el corazón.

 

El pie pisa y detrás viene el trote que anuncia:

 

«Sí. Sí puedo».

 

Al miedo se le golpea la cara con la acción.

 

Yo no conozco la cara del miedo tuyo.

 

Conozco la acción.

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